En 1956, J. Lacan observa con incisiva ironía la idea que el psicoanálisis pueda servir como fármaco social en un mundo cuyas bases han sido sacudidas y “la angustia de un mundo cambiante se vive día a día [y] los individuos se ven distintos”. [1] Se refiere a los detentores de la relación de objeto, promotores de la normalización del sujeto a través del advenimiento de la genitalidad. Será el pequeño Hans quien nos enseñe, a propósito del objeto, el lugar que un niño puede ocupar entre la madre y el padre.
En 1968, dos meses después del mayo francés, mientras la revolución sexual promete libertad a toda una generación, Lacan osa hablar de una visión algo miope. Durante una reunión con M. Mannoni, se extraña que partiendo del niño se termine hablando de psicosis e institución. ¿Qué es lo miope? Suscitar una cierta libertad que, se pregunta Lacan: “¿acaso (…) no conlleva en sí misma su límite y su señuelo?” [2] ¿A dónde apunta Lacan, cuál es su brújula? Pues a la idea de que la locura, inherente al hombre, es lo que pone límite a su libertad, llegando incluso a decir que “nuestra época […] tiene que experimentar que el progreso de la ciencia vuelva a cuestionar todas las estructuras sociales. Aquello con lo que, no solamente en nuestro dominio de psiquiatras, sino tan lejos como se extienda nuestro universo, tendremos que vérnoslas, y de modo cada vez más apremiante: la segregación.” [3]
Si en nombre de una utopía de libertad, el amor, el deseo, el goce, no están de entrada enmarcados dentro de la estructura edípica, más adelante, en la enseñanza de Lacan, dentro de una lógica otra, producen estragos o soluciones que pesan sobre el niño con las consecuencias que nuestra clínica nos muestra, más allá del llamado amor – ¿agregamos materno?
El niño, dirá Lacan en 1969, “en su relación dual con la madre […] le da, como inmediatamente accesible, aquello que le falta al sujeto masculino: el objeto mismo de su existencia apareciendo en lo real”. [4] Se perfila sobre el mismo fondo la inexistencia de la mujer y la inexistencia de la relación sexual.
J.-A. Miller nos recuerda que la familia, con la aparición del liberalismo, respondía al sueño de un lazo social natural. Dos siglos después, la familia será regulada por el derecho, a partir de algunas funciones que hacen que la unidad sentida a través del amor sea rebajada al rango de utopía. [5] Ni siquiera las utopías comunitarias podrán contener “la función de residuo que sostiene […] la familia conyugal”. [6]
El feminismo deviene los feminismos. Las mujeres han adquirido derechos antes impensables. Las políticas de género cambian la Historia, a pesar de que Italia ocupara, aun en el año 2017, una lejana 82ª posición con respecto a otros países [7]… Crecen las comunidades de segregación [8], contenedores de los goces. La sociedad cambia rápidamente, excepto cuando parece que un virus la detenga. Solo aparentemente, pues lo real avanza irreductible. No-todo para el parlêtre se resuelve, sin embargo, con los derechos y ni siquiera con los instrumentos de la ciencia y sus novedades. Y menos si ese parlêtre pertenece al continente negro que, con Freud, indica precisamente la inexistencia de la mujer y de la relación sexual.
“Se trata de dejar atrás el siglo XX” nos dice Miller, […] “para renovar nuestra práctica en un mundo que ha sido renovado por dos factores históricos, dos discursos: el discurso de la ciencia y el discurso del capitalismo. Los más viejos, quienes están viviendo a caballo entre dos siglos, se han despedido de los fundamentos más profundos de la llamada tradición. [9]
Libertad/Locura. Ciencia que avanza. Segregación. Devenir padre o madre: ya no sólo como un hecho natural o regulado por el amor y por las leyes de la familia tradicional. En juego está un real que trastorna, donde querer, “querer un hijo”, como reza el título de PIPOL 10, parece eludir deseo y amor delegando a la ciencia la legitimación de ese querer, más allá de las reglas del juego ya conocidas.
Reglas que, por otra parte, para el psicoanálisis nunca han extinguido la pregunta sobre el deseo y sobre el amor que presiden el nacimiento del parlêtre, como la clínica nos enseña.
En el sur de Italia hay una expresión que se usa cuando a un hijo se le da el nombre de la abuela: La cuña de la abuela [10]. “No fui hablada”, dice una mujer cuya fantasía, y la de su gemela, fue de haber sido adoptada y que para cada una la otra fuese la deseada y la amada. Fue el ser adoptada lo que ha faltado. Dar un lugar al sujeto, nombrándolo, es algo distinto a ponerle un nombre-cuña porque no ha sido esperado, “está de más”. Dar un nombre implica el deseo que “se ha hablado” el hijo que va a nacer: es que ha de ser adoptado. “Somos siempre adoptados”, nos recordaba en su intervención en la Sección clínica de Roma Monica Vacca. [11]
El bebé no esperado, no hablado, un bebé que está de más, por un lado, y aquello querido cueste lo que cueste, por el otro. ¡Cueste! Puede tratarse de costes reales, siguiendo los postulados del mercado que hacen del niño un producto. Desde la familia natural hacia la familia en la cual el padre o la madre – no siempre conocidos y algunas de las veces reducidos a una probeta congelada -, están guiados a la procreación médicamente asistida o a la maternidad subrogada de un pre-padre: la ciencia. ¿Entonces, quién adopta? ¿Qué lugar ocupa el niño? ¿Qué resto encontramos entre la demanda a la ciencia y el deseo ¿Y el amor?
El enigma del origen, que encontramos en las situaciones dichas normales, surge desde el diván para interrogar el lugar que el sujeto ha ocupado para la madre, para el padre, dentro de la pareja. Estas preguntas emergerán en la nueva clínica o ya emergen, por ejemplo, desde el lado de la madre. Una madre toda-absorta por su propio hijo nacido por fecundación in vitro y padre desconocido, debe responder a las preguntas que el niño hace acerca del propio origen, del padre. Por un tiempo, el padre, ese dulce padre [12] fue una estrella en el cielo, su función estaba encarnada allá en lo alto: el niño no es psicótico. Este toda-absorta en el amor por el hijo, en la experiencia analítica ha logrado declinarse según las dos acepciones de declive del todo-amor y declinación madre-mujer.
En un país como Italia, donde la mortalidad infantil en el año 1939, año XVII de la Era Fascista, era muy alta en la cuanto menos primitiva Isla de Sardegna, [13] donde se concebían hasta 11 hijos, donde los métodos anticonceptivos llegaron muy tarde y eran transgresivos ante las leyes de la Iglesia, se destaca la nueva regulación de los nacimientos según el querer. Se destaca, si pensamos en el peso dado al amor materno, que recalca aquello de la Madonna – mientras escribo, el Papa sorpresivamente y en ritual privado, se ha presentado a Piazza di Spagna en Roma para festejar la Inmaculada Concepción – amor compuesto de abnegación, omnipotencia, infinitud, especialmente hacia el hijo varón, condensador de goce para una mujer que en algunos casos nunca existirá. Ayer volví a ver la película de Clint Eastwood Los puentes de Madison de 1995, donde una Meryl Streep arrancada de su natal Bari para terminar como esposa en el aburrido estado de Iowa renunciando a sus sueños, se encuentra por primera vez como mujer en el adulterio. Leyendo su diario, sus hijos descubren que detrás de la madre hubo una mujer que escribió: cuando una mujer elije dar a luz a un hijo, en un cierto sentido comienza la vida y por el otro, se para.
Pipol 10, “Querer un Hijo”, nos invita a trabajar con seis rúbricas: Sexualidad, Amor, Tiempo, ¿Nombre-del-Padre?, Disrupción, Ciencia. En la abertura de la rúbrica Amor he sido convocada, junto con Bernard Seynhaeve, para orientarnos según tres ejes: niño suplencia, niño adoptado, niño (no) deseado llamando a cada uno a proponer textos (4.500 caracteres, aproximadamente) que aviven y estimulen el blog. Las tres acepciones del niño ponen en primer plano el modo en que esta nueva configuración levanta el velo sobre aquello que llamamos deseo de niño y la forma en la cual viene tocado por el progreso técnico al mismo tiempo que por los progresos sociales del estatus de las mujeres y de los homosexuales, sean gais o lesbianas. [14] Detrás y más allá de ese querer ¿qué encarna un niño en la pareja y para cada uno de sus componentes? Para la madre, si la hay, para el padre si lo hay. ¿Por qué si lo hay? Puede que no haya madre en la pareja gay, sino subrogada; puede que no haya padre en la pareja de lesbianas, sino en probeta; puede no haber padre, sino el semen recibido en un instante por una mujer que declara el no necesitar de un hombre. Y así sucesivamente, según las más fantasiosas declinaciones de maternidad, paternidad, co-maternidad, co-paternidad. Es posible que un niño no tenga el derecho de encontrar o de buscar a sus padres biológicos hasta cumplir la mayoría de edad, padres que probablemente sí tuvieron un deseo.
Tal vez un día, Emma, nacida en el Tennessee en el octubre 2020 de un embrión congelado 25 años atrás, podrá decir algo a su analista acerca del enigma de sus orígenes, acerca del deseo, del amor, acerca de aquel querer que ha presidido su nacimiento; ella que, desde el punto de vista biológico, es casi coetánea a su madre.
Y aún, de nuevo: ¿el amor? ¿Qué hay detrás de la falsa evidencia de la relación natural y la universalidad del deseo del niño? [15]
Nos toca a nosotros psicoanalistas descubrirlo, aprendiendo de quien nos viene a hablar.
¡Buen trabajo!
Fotografìa : ©Nathalie Crame.
Traducción: Liliana Rodríguez Zambrano
Relectura: Donato Vencivenga, Laura Pacati e Itxaso Muro
[1] J. Lacan, Seminario IV, La relación de objeto, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 19.
[2] J. Lacan, Alocución sobre las psicosis del niño (1967), en Otros escritos, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 382.
[3] Ibid. p. 382-383.
[4] J. Lacan, Dos notas sobre el niño, en Otros escritos, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 393-394.
[5] J.-A. Miller , « Vers les prochaines Journées de l’École », La Lettre mensuelle, n° 247, abril 2006.
[6] J. Lacan, Dos notas sobre el niño, En Intervenciones y Textos 2, Manantial, Buenos Aires, p. 56.
[7] Cfr. Global Gender Gap Report 2017 por parte del World Economic Forum.
[8] J.-A. Miller, Extimidad, curso de la orientación lacaniana 1985-6, clase del 27 de noviembre de 1985, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 56.
[9] J.-A. Miller, Presentación del tema del IX° Congreso de la AMP, Buenos Aires, 2012.
[10] En italiano supponta: es la cuña que se mete bajo la puerta para que no se cierre.
[11] Sezione clinica di Roma, Genitori e figli del XXI secolo, 29 aprile 2020.
[12] Se evoca al dulce padre che fue Virgilio para Dante (Inf. VIII, 110; Purg. XXV, 17).
[13] Cfr. G. Mameli, Hotel Nord America, Nuoro, Il Maestreale, 2020.
[14] D. Laurent, Comment produire des enfants Bio, in Lacan Quotidien n. 794, prefacio al libro de C. Vacher-Vitasse, Énigmes du corps féminin et désir d’enfant. De la gynécologie à la psychanalyse. [Trad. nuestra]
[15] Laurent D., « Le désir d’enfant à l’heure de la science: incidences cliniques », Letterina, Bulletin de l’ACF Normandie, 63, 06/2014, p. 28. [Trad. nuestra]