Disrupciòn, es el significante utilizado por J.A. Miller en la lección del 23 de marzo de 2011 del Seminario El ser y el Uno[1] para indicar el modo de manifestarse del real como efecto del encuentro contingente entre dos sustancias: el significante y el goce. Encuentro indecible e insensato del cual, como enseñan algunos testimonios de pase, quedan marcas o, mejor aún, letras indelebles donde radica la singularidad del ser hablante, más allá del discurso establecido y de los semblantes que le derivan.
Se llama disruptiva, a una descarga eléctrica debida a un exceso de tensión que hace añicos un aislante, el rayo es un ejemplo de ello. Disruptiva es también otro modo de nombrar la selección “divergente” que en el estudio genético de poblaciones, indica un aumento de la frecuencia de las características extremas de una población a expensas de sus formas intermedias. Asì que en ambos casos, la disrupciòn es irrupción en la escena del mundo de un evento que introduce una ruptura y una discontinuidad radical, que deja restos y abre una pluralización de nuevas clasificaciones. Significante que se ajusta a la ultimísima enseñanza de Lacan, quien en el Seminario XXIII El sinthome se interroga sobre cómo llegar a romper y “pulverizar” el núcleo duro de real a base del síntoma una vez que haya sido despojado de su valor en cuanto verdad y sentido.
J.-A. Miller invita a los analistas a tomar la disrupciòn como una brújula para orientarse en los fenómenos sociales que ya no están estructurados y ordenados por el Nombre del Padre y por la lógica de la castración, sino que se manifiestan en la irrupción de modos de goce deslocalizados, que hacen pedazos toda forma establecida según normas, tradiciones y costumbres consolidadas en el tiempo. Modos de gozar y de hacer vínculo, que en pasado fueron relegados principalmente a la esfera privada e íntima de cada uno, hoy salen a superficie reclamando nuevos nombres e inscripciones en el campo del Otro, para ver reconocidos derechos que de otra manera serían negados; entre ellos está el derecho a tener o adoptar un hijo, independientemente de la presencia-ausencia de una pareja o de su sexo y las modalidades que la ciencia y la tecnología ofrecen para obtener el codiciado objetivo. Sin embargo, para que un niño nazca en y hacia el deseo, es preciso que la voluntad humana tropiece, che la ciencia no se reduzca al saberlo todo y su técnica respete lo imposible y la opacidad central de la vida. De hecho, el real del sujeto, como recuerda Lacan en La ciencia y la verdad[2], lejos de corresponder al real de la ciencia, està más bien vinculado a la imposibilidad de que la relación sexual se escriba en una fórmula válida para todos. Precisamente en la medida en que el real de sexo resulta opaco e imposible de escribirse, forcluido al sentido y a la significación, es que cada ser hablante está llamado a responder con una invención singular a este agujero de estructura. Freud vislumbra estas respuestas en las teorías sexuales infantiles que el niño construye ante el enigma del nacimiento, lo real del sexo y el misterio de la muerte. En este sentido podemos decir que el niño es un verdadero científico, animado por la búsqueda de una solución al real que encuentra en su experiencia.
Procrear, nacer, vivir y morir en la era de El Otro que no existe y sus comités de ética[3] significa encontrarse frente a un goce cada vez más difìcil de negativizar por el significante y por tanto, escapa a la captura del semblante, en el cuàl se cree siempre menos. Aquèllo que impulsa al sujeto contemporáneo, cada vez más desencantado y menos enganchado al discurso, es evitar la alienación/identificación con el significante y la castración que ello implica, para tratar en cambio de afirmarse en el camino de la identidad del goce. La binariedad significante que en pasado organizaba los semblantes de hombre/mujer, madre/padre, verdadero/falso, deja hoy el puesto a una mayor fluidez que, si por un lado puede dejar al sujeto perdido frente a su goce, al mismo tiempo puede ofrecer a cada uno la posibilidad de encontrar, no en solitario, el modo singular de estar en el mundo. Hoy dìa para el analista se trata no sólo de acoger los efectos disruptivos que encuentra en su práctica, sino también de estar a la altura de encarnar, en el acto y como un relàmpago, tales efectos, más allá del Otro y quizás más allá del objeto a.
En este sentido la invitación de J.-A. Miller de recomenzar por la disrupciòn, considerando la ultimísima enseñanza de Lacan, es verdaderamente una operación subversiva para reinventar el psicoanálisis hoy.
Traducción : Luciana Fracchia.
Revisado por: Liliana Rodriguez Zambrana
Fotografía : ©Rachel Silski – Instagram – Facebook
[1] J.-A. Miller, A. Di Ciaccia, L’Uno-Tutto-Solo, Astrolabio, Roma 2018. N. d. T.: en español en Freudiana 68: Jacques-Alain Miller, El desnivel entre el ser y la existencia. Clase del curso de Orientación lacaniana “El Ser y el Uno” del 23 de marzo de 2011. Inédito.
[2] J. Lacan, “La ciencia y la verdad” (1966). En Escritos II, Siglo XXI EDITORES, Barcelona, 2004.
[3] Miller, E. Laurent, L’Autre qui n’existe pas et ses Comités d’éthique, Curso impartido en el Departamento de Psicoanalisis en la Universidad de París VIII, año académico 1996-1997.