¿Qué es desear un hijo? ¿El deseo de ser madre? ¿El deseo de tener un hijo?
¿Son la maternidad y el embarazo pasajes obligatorios para todas las mujeres? ¿Cómo desenredar este embrollo?
Es un hecho que hay un reloj biológico para las mujeres. Sin embargo, no por ello podemos decir las mujeres. Aún hoy en día, ese tictac del tiempo, onomatopeya inquebrantable, sigue angustiando.
Un psicoanálisis puede atemperar esta tensión porque apunta a la separación. Se espera que se permita al hablanteser encontrar la vía de su deseo rompiendo con las voces de sirena de todo tipo, voces oídas desde la cuna. Ningún tictac, ningún dictado fundan el acto analítico.
La jurista y ensayista Marcela Iacub, entrevistada en 2005 a propósito de su libro El imperio del vientre, por otra historia de la maternidad, señalaba [1]: «En la actualidad, es el vientre materno, el hecho, para una mujer, de dar a luz, lo que se ha convertido en el elemento estructurador del sistema. Pero es muy posible que este sistema instaurado a partir de los años setenta esté en crisis y se oriente hacia otro distinto en el que la verdad genética se convierta en el elemento estructurador». [2]
Ciertamente. Pero no es seguro que los avances y la asistencia de la ciencia no difundan, a cambio, su cortejo de mandatos bajo la forma de un Si puedes, tienes que dar a luz hoy, y tu deseo es la ley.
¿No son posibles apaciguamientos más simples de este deseo de tener un hijo, a la luz del día y llegada su hora, gracias a la contingencia de los encuentros?
Sin el socorro del recurso a la ciencia convertido en discurso establecido, lo que podemos esperar de un psicoanálisis es una modificación subjetiva que pueda permitir a una mujer una elección, un consentimiento, que suele ser inaccesible de otra forma. Avancemos que la madre se produce, tomando la bella formulación de Hélène Bonnaud [3], una madre adviene del lenguaje en el momento en el que elige y consiente nombrar como suyo al niño que cuida. Seguramente es necesario el encuentro de un sujeto con un niño, de un sujeto que pueda ponerse en juego a sí mismo para que el semblante «maternidad» pueda recubrir algunos fragmentos de lo real. Esta gracia de la contingencia nos revela que hay madres que no han portado a su hijo, y madres no todas sometidas a la verdad genética. Para algunos sujetos, la ecuación hijo/falo no pasa por el apareamiento, el embarazo o el parto.
La cura analítica puede permitirle a un sujeto separarse de un superyó feroz revestido, a veces, del yugo de lo «natural» y de lo «genético».
Tal y como planteaba Irène Théry, «Qué es un ‘padre’ (parent): ¿el progenitor?, ¿el que quiere un hijo?, ¿el que se ocupa de él?» [4]
A través del siguiente caso, vamos a intentar esclarecer cómo «la maternidad atraviesa todos los obstáculos ligados al encuentro de los cuerpos.» [5]
Anna consulta a la analista porque acaba de conocer a Jeff.
Entre Anna y Jeff, se teje una historia y luego se anuda, mientras que Jeff está a punto de tener un hijo de… su mujer. El idilio entre Anna y Jeff se pone a prueba, se cuestiona, se construye.
El pequeño Colas llega al mundo y sus padres se separan. Anna y Jeff comienzan cada uno un análisis. Rápidamente viven juntos.
Durante un tiempo Anna escuchará el reloj biológico y su llamada. Necesita un hijo de ella, de ellos. Siente la obligación de ser madre y, por supuesto, amurallado así, el deseo abandona el dormitorio. ¿No estaba escrito que este hijo, de Jeff y de su mujer, sea rechazado y envidiado por ella?
No obstante, lentamente empezará a brotar y a mostrarse un vínculo inesperado.
Transferencias
Anna se acerca al hijo de Jeff. En los momentos de conflicto con Jeff, es él, el hijo, y la nueva relación que construye Anna con él, quien sostiene y mantiene a los dos desemparejados. Un día, ella lo llamará «mi hijo» al evocarlo en sesión. No es un lapsus, ella asume su decir.
¿Lo roba, sin embargo? Parecería más bien que ha podido asumir este hijo como suyo y como de otra mujer y de otra pareja, gracias al trabajo analítico y a la transferencia.
¿Y Colas? Acaba de declarar que tiene dos mamás.
Se ha operado una sustitución. De unas ganas imperiosas de tener un hijo de su vientre, Anna simplemente ha consentido a realizar un encuentro imprevisto en el programa biológico.
Y nadie se pelea por el niño. Contra todo pronóstico, encuentra un lugar particular e imprescriptible en sus dos familias, y puede alojarse en el deseo de su madre progenitora y en el de Anna y Jeff.
En su declaración inédita, ¿acaso, después de Anna, no se ha producido como sujeto, sujeto de deseo?
Traducción: Maria Lopes Cuchillo
Revisión: Melina Cothros et Itxaso Muro
Fotografía: ©Laurence Malghem
[1] Iacub M., L’Empire du ventre, pour une autre histoire de la maternité, Paris, Fayard, 2004.
[2] Iacub M., « La famille réinventée. Entrevue avec Marcela Iacub », La Cause freudienne, n°60, 2005, p. 100.
[3] Cf. Bonnaud H., «¿Nombre-del-Padre?», publicado el 29 de enero de 2021 en el blog del Congreso PIPOL 10 https://www.pipol10.eu/es/2021/01/20/nombre-del-padre-por-helene-bonnaud/: «Tanto si se trata de hacerse responsable de un niño por nacer, como de actuar como padre ideal, revela una forma de equivalencia entre los sexos: la cuestión es reparar la castración imaginaria o suplementarla. El deseo de tener un hijo viene como respuesta a la deflación fálica en el discurso actual».
[4] Théry I., « Différence des sexes, homosexualité et filiation », La Cause freudienne, n°60, 2005 p. 94.
[5] Bonnaud H., op.cit.