Lo ilimitado del deseo por un niño [1]
La reproducción se encuentra ahora manipulada por la ciencia, la cual se ha convertido en el instrumento del deseo de tener hijos. Cuando el imperio del padre y de la Ley decae, ¿cómo podemos regular los caprichos, las fantasías y las extravagancias?
La procreación médicamente asistida (PMA) consiste en un conjunto de técnicas biológicas y médicas que permiten superar las numerosas causas de esterilidad. Estas abren un campo de intervenciones que parecen dotar al deseo por un hijo de posibilidades casi ilimitadas. Prometen vencer el imposible contingente que hasta ahora ha limitado la voluntad de procrear. La naturaleza podía actuar como obstáculo de manera imprevisible. Si ya no hay imposible natural, el deseo de tener un hijo pasa a convertirse en un derecho para todos, y por tanto para cada uno, sea cual sea su articulación con otros fines, como los de la familia. Examinaremos aquí el après-coup de esta cadena de consecuencias sobre la nueva posición del deseo por un hijo como fundamento de un sujeto.
El llamado a la ciencia
Ya en 1938, al final de su escrito «Los complejos familiares…», Jacques Lacan constataba que la aventura de la familia que él llamaba paternalista estaba llegando a su fin. Esta concepción de la familia aseguraba una «prevalencia del principio macho» y una «ocultación del principio femenino [2]«. Podríamos decir que la obra de Lacan es una exploración cada vez más precisa de las consecuencias de la desocultación del principio femenino, es decir, de que las mujeres tomen la palabra sobre la estructuración del deseo.
Este movimiento, acelerado por el dominio de la fertilidad y luego de la procreación, ha alterado y rearticulado las relaciones entre los sexos en nuestra civilización. Tras la disyunción de la sexualidad y la procreación, el niño proyectado por las técnicas de la PMA se ha convertido ya no solo en un objeto de deseo, sino también en el de una demanda legalmente admisible ante las instancias médicas en caso de que el deseo se vea obstaculizado por la naturaleza. Esta nueva configuración levanta un velo sobre lo que se llama el deseo de tener un hijo y la manera en que se ve afectado por estos avances técnicos, pero también por los avances de la sociedad en cuanto a la situación de las mujeres y los homosexuales, ya sean gays o lesbianas.
El psicoanálisis contribuye a la exploración del deseo cuando ya no está estructurado por el principio paternalista, el de la familia edípica. Esta exploración no es obra exclusiva del psicoanálisis: los sociólogos también la exploran. Sin embargo, corresponde al psicoanálisis poner de relieve cómo el deseo de tener un hijo, transformado por la ley, se emancipa como tal y deviene objeto de una exigencia femenina y de un deseo de maternidad que ahora puede liberarse de una relación con el otro sexo.
No hay necesidad de una familia heterosexual, como suponía el modelo del Código Civil, para permitir el engendramiento. La ciencia puede proporcionar no sólo lo que permite superar la esterilidad de las parejas heterosexuales, sino que también hace posible el embarazo de una mujer lesbiana y la unión de una pareja homosexual mediante la procreación en una amplia variedad de formas, desde un niño llevado por una amiga hasta el mercado de la maternidad subrogada (MS).
El matrimonio para todos ha suscitado muchos debates, uno de cuyos aspectos esenciales ha sido la cuestión de los hijos en las parejas homosexuales. Si la figura de la virgen fascinaba al antiguo orden paternalista, la figura de la lesbiana, madre de familia, también fascina, sin dejar de interrogar y escandalizar a los partidarios de esta perspectiva.
Superando esta fascinación, en febrero de 2014 se presentó al Ministro de la Familia un informe dirigido por la socióloga Irène Théry, aclamado por la prensa por su alto nivel intelectual. Esta última prefirió no divulgarlo en el momento en que las manifestaciones del matrimonio para todos causaban furor [3]. Este informe «vincula las cuestiones jurídicas a una cuestión de gran importancia: la de la emergencia de nuevos valores familiares que acompañan la metamorfosis contemporánea de la filiación, y más ampliamente de las relaciones con los hijos. Las referencias ya no son las mismas que en los tiempos del matrimonio tradicional, la jerarquía de los sexos, la estigmatización de los hijos naturales, la prohibición del divorcio y la patologización de la homosexualidad. [Los] valores de la transmisión, la devoción, el cuidado y la educación no desaparecieron con la llegada del desmatrimonio [4].”
Desmatrimonio es, en efecto, la palabra por la que I. Théry califica la pluralización del matrimonio. En esta perspectiva, el informe aboga en particular por la PMA para las parejas lesbianas, el reconocimiento de los hijos nacidos por MS en el extranjero y el fin del anonimato de los donantes en las PMA.
¿Cuáles serán las verdaderas reformas legales que se producirán? Todavía no lo sabemos, ya que el debate es muy apasionado y conlleva argumentos jurídicos, éticos y religiosos. Para hacerse una idea, basta con ver el destino de la circular de Taubira enviada en 2013 a los secretarios jefes de los tribunales, para incitarlos a expedir un certificado de nacionalidad francesa a los «fantasmas de la República», esos niños nacidos a través de la MS, aunque esté prohibida en Francia. El 19 de marzo de 2014, la Corte de Casación invalidó por tercera vez la concesión de la nacionalidad francesa a un niño nacido en el extranjero de una madre subrogada -recordemos, sin embargo, que el 26 de junio de 2014, la Corte Europea de Derechos Humanos condenó a Francia por estas decisiones.
El fin de las evidencias naturales
Las PMA han hecho operar una disyunción entre la sexualidad y la procreación, entre la procreación y la gestación, y puede que en un futuro puedan llevar a cabo una disyunción entre la procreación y el hombre, como sugieren los trabajos con células madre.
Estos trabajos permiten vislumbrar la fabricación de óvulos y espermatozoides a partir de células adultas extraídas de un hombre o una mujer. La autofecundación realizada con un espermatozoide y un óvulo de la misma persona plantearía múltiples problemas, pero la fecundación del óvulo de una mujer por un espermatozoide creado a partir de la célula de su pareja sería más fácil de llevar a cabo. Esto sería la disyunción radical del hombre y la mujer en la procreación [5].
Así, las PMA ponen de manifiesto las lagunas y vacíos entre las medidas legislativas -cuyas variantes son propias de cada Estado- que las enmarcan. Estos avances permiten difractar el agujero negro que es el deseo de tener un hijo. Al alterar las condiciones de procreación, las PMA han contribuido a demostrar la ilusión naturalista de la noción de familia y la supuesta universalidad del deseo de tener un hijo, anclada en el modelo configurado por la Ilustración.
Con el matrimonio civil instaurado en 1792, el único válido a los ojos de la ley, el derecho se convirtió en garante del orden inmutable de la naturaleza al asignar a hombres y mujeres papeles diferentes y desiguales por naturaleza. El Código Civil, promulgado en 1804, estableció un ordenamiento familiar con dos grandes características. Se trata de un orden matrimonial y jerárquico, fundado en el principio de complementariedad jerárquica de los sexos [6]. Es esta jerarquía la que Lacan llamó el modelo paternalista.
Este orden de la familia fue profundamente remodelado a partir de los años 70 por una sucesión de reformas: reformas de los regímenes matrimoniales, creación de la adopción plena, paso de la patria potestad a la autoridad parental, igualdad de la filiación legítima y la natural, legalización del aborto, divorcio de mutuo acuerdo. Pero más allá de ello, el matrimonio ya no es una obligación social imperativa. Ya «no es […] el matrimonio el que hace a la pareja, es la pareja la que hace el matrimonio [7]«, esté o no homologado por los Pacs[8]. [9] » Parejas casadas, de unión civil y de convivencia, de distinto sexo y del mismo sexo, conviven ahora dentro del derecho civil de la familia. [10]» El matrimonio para todos viene a consumar esta transformación.
Si la familia paternalista soñaba con un lazo social que fuera natural -la ideología darwiniana hacía que la filiación se superpusiera a la genética-, dos siglos después, el derecho es el único que articula la familia. A partir de ahora, en Francia, sea cual sea la situación legal de la pareja, es el niño quien forma la familia. La ley crea una ficción familiar, más allá de las circunstancias del nacimiento. Desde la familia homoparental hasta la ficción familiar heterosexual desarrollada, el niño obliga a sus ascendientes.
El informe que estamos examinando concluye que “el eje del derecho común de la familia ya no será el matrimonio, sino la filiación [11]”. Esta tesis significa que, sea cual sea el modo de lazo amoroso de los padres, de su conjugo, el estatuto de la paternidad se define por el nacimiento. Sin embargo, las técnicas de la PMA permiten cuestionar la filiación de una forma inédita a través de la donación de gametos, las madres subrogadas y los embriones supernumerarios. Para comprobarlo, basta con remitirse a los numerosos ensayos en curso en diversas sociedades occidentales. Para nosotros, los psicoanalistas, la filiación no se agota en la concepción, el nacimiento o la familia. La filiación está más allá de eso. Volveremos sobre esto.
El siglo XX estuvo marcado por la llegada de la anticoncepción y la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE), legalización que actualmente es combatida y amenazada muy seriamente en algunos países por quienes sueñan con volver al statu quo ante. Estos avances han liberado a las mujeres de embarazos repetidos o no deseados. Han separado la sexualidad femenina de la procreación. Esto ha tenido el efecto de cristalizar la afirmación, hasta ahora inédita, del deseo o la falta de deseo de tener hijos. Una reciente encuesta revela que el 5% de los franceses no quiere tener hijos [12]. La prevalencia de la anticoncepción y el gran número de abortos son otras manifestaciones de ello.
La llegada de las PMA ha abierto el acceso a la maternidad y a la paternidad ahí donde antes se manifestaba un imposible. Y esto es así tanto si este imposible está ligado a la esterilidad, como especifica el marco legislativo francés, como si está ligada a la elección sexual. Si por un lado hay un progreso de la ciencia, por el otro hay una despsicopatologización del comportamiento sexual. La clasificación psiquiátrica norteamericana excluyó la homosexualidad del marco de las patologías mentales en los años 80.
Francia fue el primer país del mundo en eliminar -en 2010 y por decreto- el transexualismo de la patología psiquiátrica. Y desde 1999, los transexuales operados, debidamente reconocidos por la ley, en pareja desde hace al menos dos años, pudieron beneficiarse de la PMA con donación de gametos, en el marco de un protocolo de estudio propuesto por el CECOS [13] del Hospital de Cochin; 68 parejas fueron incluidas en este estudio entre 1999 y 2010, y 42 niños nacieron de 29 parejas en este período.
Los niños fueron seguidos por un equipo psicológico a lo largo de estos años. El equipo no encontró en estos niños ningún retraso en el desarrollo, ni síntomas preocupantes, ni problemas de identificación sexuada o del esquema corporal, ni problemas de diferenciación generacional. En definitiva, se trata de «niños normales» para los que, sin embargo, el equipo espera el atravesamiento de la pubertad. Esto hace que Colette Chiland [14] afirme que «la muy buena calidad de estos resultados da un vuelco a ciertas concepciones psicoanalíticas y de otro tipo y renueva la comprensión de la construcción de la identidad sexuada [15]«. En resumen, los que fueron excluidos en nombre de las normas y clasificaciones fluctuantes ahora están afirmando y reclamando derechos, incluido el derecho a querer un hijo. Así, están dando lugar a una figura de «nuevos padres» que el estudio muestra como «atentos y competentes», combinando «una concepción tradicional y moderna del padre [16]«.
Otros, en cambio, han invocado el psicoanálisis para intentar frenar las manifestaciones del deseo de tener hijos en las parejas de lesbianas o de hombres homosexuales. Los psicoanalistas han reaccionado contra este encuadramiento en nombre de las llamadas invariantes antropológicas [17]. El psicoanálisis no puede ser utilizado para justificar el conservadurismo. Esto no implica que haya un entusiasmo desbordante por todas las exigencias para tener hijos que transgreden todas las barreras. El psicoanálisis no es el instrumento de un conservadurismo social ni un procedimiento para suscribir a todos los montajes aberrantes que un deseo extraviado puede fomentar – en este punto, debemos remitirnos a la ley.
¿Qué operador de una inter-dicción[18] entre madre e hijo?
Cualquiera que sea la técnica de procreación de la que nazca, el niño se enfrentará, como todos los demás, al enigma de su llegada al mundo y tendrá la responsabilidad de encontrar sus propias respuestas. En una de sus conferencias, Lacan afirmaba: «han nacido de dos gérmenes que no tenían ninguna razón de conjugarse, sino es esa especie de chifladura que se ha convenido en llamar amor [19]”. Sin embargo, puso un énfasis esencial en la forma en que se presentaron el deseo del padre y el deseo de la madre. En un primer sentido, esta perspectiva se dirige al deseo consciente de un hijo para cada uno de ellos, pero en un segundo sentido, se dirige al deseo inconsciente del sujeto en su relación con el objeto.
En su «Nota sobre el niño [20]«, Lacan señala la necesidad de un deseo que no sea anónimo y el hecho de que las funciones de la madre y del padre se juzguen a partir de esta necesidad. El cuidado de la madre por el niño debe «llevar la marca de un interés particularizado» y el padre debe encarnar el punto según el cual toda formación humana pasa por un freno al goce [21]. Este padre no debe confundirse con el genitor.
El llamado «instinto maternal» está contaminado por un ilimitado, el del amor, cuyo reverso es el odio. El amor materno sin límites tiene como reverso el infanticidio o el sacrificio del niño en el altar de un amor o ambición infinitos. Las figuras de Medea, Atalía, Rodogune atraviesan la literatura para que esto nunca se olvide. Estas oscilaciones pasionales pueden tomar el color de la perplejidad o de la indiferencia ante el embarazo, que la «negación del embarazo» viene a nombrar en su forma de desconocimiento.
El infanticidio es la expresión más acabada de la pulsión de muerte hacia el propio hijo, pero el maltrato, el abandono o, más sencillamente las fobias de impulsión lo atestiguan a su manera. Lo sin límites también puede manifestarse mediante un cuidado materno celoso, exclusivo, angustioso o asfixiante.
Toda la cuestión radica en la forma en que las madres no se quedan solas con su hijo como producto. No quedarse sola no significa que una mujer sola vaya a ser necesariamente sin límites con su hijo.
Además, es ilusorio pensar que la pareja, por sí misma, garantizaría un límite. Las mujeres casadas pueden cometer infanticidio o negar su embarazo. Diversos acontecimientos recientes han llamado la atención de la opinión pública al respecto. La soledad de la que hablamos es más compleja. Es la del fantasma que une a la madre con el hijo, objeto separado de su cuerpo, en un lazo que no admite ninguna mediación que le sea ajena.
El padre es sólo uno de los nombres de estas ficciones mediadoras para no dejar solas a las madres. En las sociedades matrilineales, la función del padre recae en el tío o en parientes de la generación anterior, como el abuelo. El padre biológico no es muy importante. Él puede irse o ser el compañero de juegos de su hijo.
Estos operadores, ya sean legales o de costumbre, movilizan una instancia simbólica, pero no son necesariamente suficientes para regular la relación madre-hijo. Se trata de poner una cierta distancia, una inter-dicción entre el niño y la madre. Este operador puede situarse más allá del partenaire sexual. Se trata de un hecho del lenguaje y permite al niño situarse como vivo y sexuado.
Hoy en día, los sistemas de parentesco están completamente absorbidos por las ficciones legales que son los nuevos marcos de nuestra realidad. La interpretación de estas ficciones es el gran problema de nuestras tribus modernas. Así lo atestiguan los acalorados debates sobre la PMA, que ponen de manifiesto la pluralización de los padres.
El padre de los gametos asignado por la ciencia, el padre de los gametos constituido por accidente, el padre educador, el padre amado, el padre amante participan en esta pluralización del operador. Podríamos añadir al partenaire homosexual. Las curas analíticas revelan, por ejemplo, cómo una partenaire lesbiana puede ocuparse del hijo de su pareja, protegiendo al niño de las fallas del padre.
Esta pluralización contemporánea debería llevar a apoyar hoy el levantamiento del anonimato de la paternidad biológica en el contexto del PMA con donación de gametos. En el siglo XXI, la biología ya no puede separarse del nombre. En mi opinión, el anonimato ya no es una figura jurídica sostenible en la era del mapa genómico y la medicina predictiva. La cuestión del secreto en la inseminación artificial con donantes es un problema para cada pareja que debe ser abordado, más allá de las disposiciones actuales de la ley. Esto resulta dolorosamente evidente en las curas de sujetos en las que uno está a favor del develamiento y el otro es hostil. Es ilusorio pensar, más allá del acuerdo superficial que pueda alcanzarse en la pareja sobre la no develación, que la verdad de la inseminación no saldrá a la luz en algún momento.
La ley no se contenta con pluralizar la filiación, sino que intenta proponer una ficción para hacer frente a una casuística que va más allá de las figuras que hemos considerado hasta ahora. En los PMA, la ley está en primer plano, aunque siempre se revele detrás de los avances de la ciencia y de los usos que ciertos sujetos hacen de ella para nombrar un deseo por un hijo. Pensamos en las disputas procesales entre madres biológicas, madres subrogadas y madres adoptivas, pero también en las relativas al reconocimiento de la paternidad de los niños nacidos bajo X en Francia.
En 2013, un transexual berlinés que conservaba sus órganos sexuales femeninos dio a luz en su casa tras una inseminación artificial. Este exige que se le inscriba como «padre» en los registros del estado civil y no como madre, lo que le fue concedido. El niño descubrirá un día que su padre es en realidad su madre. El «padre» del niño también pidió que no se declarara el sexo del bebé, lo que fue rechazado. Como el parto se produjo en casa, ninguna fuente puede confirmar que el bebé sea efectivamente varón como finalmente declaró su padre [22]. Asimismo, en 2009, la Corte de Apelación de Colonia dictaminó que una mujer transexual podía seguir siendo el «padre» de los hijos que tuvo antes de su nueva identidad sexual.
Una mujer joven se convirtió en madre subrogada para una pareja belga a cambio de 10.000 euros para sus gastos médicos [23]. Fue inseminada artificialmente con el esperma del donante, en este caso el marido de la pareja. Poco antes del nacimiento, comunicó a la pareja que había sufrido un aborto y se puso en contacto con varios clientes en Internet para subastar al bebé. Los holandeses obtuvieron el bebé por 15.000 euros e iniciaron los trámites de adopción del niño, que nació en 2004. Cuando los padres comitentes se enteran de que la madre subrogada les mintió y de que el bebé nació, descubren que se enfrentan a un vacío legislativo total. Un tribunal neerlandés decidió que el niño se quedaría en los Países Bajos concediendo definitivamente a la pareja adoptante el derecho a adoptar.
¿Cómo, en este caso, preservar los significantes amo a partir de los cuales el deseo y la prohibición pueden anudarse, es decir, una manera de tratar el goce?
El deseo en cuestión
La clínica de las mujeres sometidas a protocolos prolongados de PMA puede revelar un agotamiento que se acompaña de una suspensión de todo deseo. Al cuarto o quinto intento, llena de hormonas y fatiga, la paciente se pierde en la máquina que la obliga en nombre de su propia voluntad. Ya no sabe si quiere seguir, pero el protocolo médico tiene su propio calendario y sus exigencias – estos pacientes suelen entonces abandonar pasivamente su cuerpo a la técnica. Puede sobrevenir una depresión.
¿No podríamos pensar que existe una iatrogenia particular de estos PMA con respecto al deseo? En cualquier caso, se acentúa la disyunción entre la demanda de un hijo y el deseo de un hijo, y una especie de borramiento del sujeto deseante como tal. Por supuesto, el sujeto siempre puede, en derecho, evadir el protocolo, pero se siente primero aturdido, luego agotado, en una especie de burn-out de su deseo..
Esta iatrogenia no es la única. La desaparición de la libido de la pareja, bien conocida por los ginecólogos obstetras, no está exenta de consecuencias para la vida de la pareja misma. Asimismo, la repetición de embarazos infructuosos enfrenta a estas mujeres a una instancia mortal que se anuda inmediatamente a cada intento de procreación. La muerte y la vida del embrión están en primer plano desde el principio. El niño, si llega, se inscribirá en una larga sucesión de duelos, o de esperanzas dolorosamente perdidas.
También hay mujeres que atestiguan una falta de límites en sus tentativas de procreación. Un camino que siempre es más mortificante y que en ocasiones pone en juego su propia vida. Siempre hay un equipo que puede proponer algo más en el extranjero cuando los protocolos franceses se detienen.
El deseo por un hijo no deja de remitir a horizontes fantasmáticos particularizados, como esta paciente heterosexual, casada, que dedica su vida a la agricultura ecológica. Esta mujer dirá que estaba segura de llevar un tomate durante su embarazo (obtenido sin recurrir a la PMA). Siempre es posible distinguir entre un hijo como proyecto de una pareja unida por el amor y un hijo como proyecto de una sola persona, o de una persona cuya pareja no está involucrada.
En efecto, más allá de la ley, la conversación entre los padres o quienes ocupan este lugar con el niño -ya sea una o dos parejas del mismo sexo o de sexos diferentes, tomadas en un parentesco de dos o incluso tres generaciones- contribuye a poner un freno a la economía ilimitada del goce.
Una economía del deseo por un hijo
Sigmund Freud siempre quiso proteger de un velo la relación del niño con la madre. Hizo de la relación de la madre con su hijo el modelo de un goce feliz si lo hubiera [24]. El deseo freudiano de tener un hijo está totalmente atrapado en la significación fálica. La forma femenina del complejo de Edipo sólo se instaura, de hecho, cuando el deseo del pene es sustituido por el del hijo, cuando la niña desea un hijo del padre al que ahora toma como objeto de amor. El padre nunca le dará el hijo que desea, y tendrá que recurrir a otros hombres para ello.
La relación madre-hijo abordada desde este estricto ángulo se ha topado con impasses, y éstos han determinado los posteriores avances del psicoanálisis. La crítica a la elección de objeto freudiana tuvo una piedra de toque: el niño en tanto objeto. No se trata del niño en tanto que tiene objetos transicionales propios además de los objetos pulsionales descritos por Freud, sino del niño como objeto propio de la madre. Hay una dimensión de goce que se inscribe en la función fálica, pero hay un más allá que Lacan supo nombrar objeto a. Este nos introduce en una verdadera economía del deseo por un hijo.
Debora Spar, decana de Barnard y antigua profesora de economía en la Harvard Business School, autora de un libro que es ahora una referencia [25], habiendo adoptado ella misma después de haber tenido hijos, ha descrito la industria de la fertilidad y la adopción en Estados Unidos como un mercado con un gran peso económico. Este mercado funciona sin ningún tipo de control ni supervisión. No existe una verdadera regulación del comercio de gametos, algunos estados permiten la subrogación, otros la prohíben, etc.
El hijo es un producto que tiene un precio y que tiene una plusvalía inestimable para los padres. La oferta del mercado y el diagnóstico preimplantacional (DPI) permiten seleccionar los gametos no sólo en función de la raza y el sexo, sino también en función de la inteligencia, la belleza y las dotes artísticas y deportivas de los donantes. Los precios de las madres subrogadas, de los gametos y de los tratamientos varían en función del supuesto rendimiento, llegando a alcanzar valores máximos.
En cambio, en 2006, un estudio de la Universidad John Hopkins mostró que el 3% de los 190 casos clínicos de DPI incluidos en el estudio reconocieron haber utilizado el procedimiento para seleccionar un embrión con discapacidad. Los padres se han embarcado así en un proceso costoso y doloroso con el deseo deliberado de tener hijos con un gen defectuoso que produzca una discapacidad como el enanismo o la sordera.
Pero incluso antes de que se utilizara el DPI, el Washington Post publicó en 2002 [26] un perfil de Candace Mac Cullough y Sharon Duchesneau, una pareja lesbiana sorda, activa en la comunidad de gays y lesbianas, que eran psicoterapeutas de sordos en Maryland y que decidieron tener un hijo sordo solicitando deliberadamente un donante de esperma sordo. El hijo de la pareja es prácticamente sordo y los padres decidieron que no llevara audífonos.
El DPI es una técnica que permite detectar diversas patologías y anomalías genéticas en los embriones concebidos in vitro antes de implantarlos en el útero. En Francia, la lista de enfermedades afectadas está estrictamente definida. No obstante, este examen planteará la difícil cuestión de la definición del embrión defectuoso, tanto para los médicos como para los usuarios.
¿Qué sucederá en el futuro si las pruebas permiten detectar los genes que caracterizan los síndromes o enfermedades de aparición tardía, como el Parkinson o el Alzheimer? Más allá del DPI, una start-up llamada GenePeeks acaba de lanzar en Estados Unidos un nuevo sistema de detección de enfermedades genéticas en embriones virtuales generados por ordenador a partir del ADN de un donante de esperma y el de la futura madre. ¿Existe el gameto perfecto [27]?
Ya, con un simple examen de ultrasonido, surgen impasses. En 2013, Crystal Kelly, una madre soltera desempleada con dos hijos pequeños, aceptó por 22.000 dólares gestar el bebé de una pareja. A las 21 semanas de embarazo, una ecografía reveló múltiples malformaciones. Aunque había firmado un contrato en el que se estipulaba la posibilidad del aborto en caso de anomalía grave, se negó a abortar a pesar de que le pagaban 10.000 dólares más. Ante la amenaza de una demanda, abandona Connecticut y se va a Michigan, que no reconoce la MS y le asegura así ser considerada la madre del niño. Un mes antes de que naciera el niño, los futuros padres acudieron a los tribunales para que se reconocieran sus derechos sobre el niño. Al nacer, el recién nacido era aún más discapacitado de lo esperado. Tuvo que someterse a una serie de complejas y extensas cirugías. Desde entonces ha encontrado una familia adoptiva especializada en la adopción de niños con discapacidad. La madre adoptiva reconoce que el niño tiene muchos problemas médicos, pero «una sonrisa contagiosa». El padre biológico y su esposa han «renunciado a sus derechos legales a cambio de tener derecho de visita al niño [28]«.
Si en este caso ignoramos si existen o no criterios de selección del ovocito, podemos, no obstante, constatar el asombroso cambio de situación de este niño desde su concepción. De ser un agalma, por el que los padres invirtieron grandes sumas de dinero, el embrión pasó a ser una palea, y luego de nuevo agalmático durante la disputa legal.
En el punto de real que designan estos imposibles, surge una pregunta: ¿es la madre o la mujer la que se muestra irreductible al orden de la ley y del contrato? Aquí es donde el deseo de la madre y el deseo femenino se anudan en torno al objeto de goce al que cada sujeto está asociado de manera particular [29]. Desde que se produce el niño, señala Lacan [30], hay una separación entre el objeto a y lo que entra en la castración, el freno del goce capturado en los rieles de la significación fálica.
En el mejor de los casos, el niño es aprehendido por la madre según estas dos perspectivas. El niño falo designa un más allá de la presencia materna, un niño síntoma de cualquier relación. En cambio, cuando el cuerpo del niño realiza, encarna, el objeto mismo de la existencia materna, porque es totalmente dependiente de ella, «satura […] el modo de carencia en el que se especifica el deseo (de la madre) [31] «. Y esto no está exento de consecuencias clínicas. En este caso, depende estrictamente de un querer exigente y solitario.
Esta lógica nos permite entender mejor por qué los PMA ofrecen la oportunidad de una exposición más radical de la fantasma materno, sin la mediación del deseo. Difractan en un espejo de gran aumento las particularidades del goce propias de cada persona y las depositan más claramente en la cuna del recién nacido.
Podemos tomar la medida de esto a partir de una viñeta clínica que uno de mis colegas relató sobre una madre que se dirige a su hijo obtenido por criocongelación. «Vamos, mi pequeño Findus, es la hora», le dijo para indicarle que la consulta había terminado. ¿De qué hora se trata? Decimos que es la hora de la fantasía materna: el bebé Findus, el congelado que esperamos devorar vivo o muerto.
Abordar lo ilimitado caso a caso
El surgimiento de una nueva figura del deseo por hijos como producto del mercado asistido por la ciencia plantea la cuestión de su «regulación». Para contrarrestarlo, está el discurso jurídico, el religioso y también el económico. En el aspecto jurídico, las legislaciones son heterogéneas de un país a otro o no existen, lo que permite todo tipo de juegos con la ley. En el aspecto religioso, existe una prohibición más o menos pronunciada de apartarse de la «naturaleza». Desde el punto de vista económico, estas técnicas tienen un precio muy alto para los Estados y los sujetos.
Para D. Spar [32], hay cuatro modelos a disposición de un gobierno para conseguir regular el campo de forma satisfactoria. El primero sería considerar al niño como un producto de lujo que no requiere regulación. El segundo sería considerar al niño como una droga, como la cocaína, lo que implicaría una prohibición. El tercero sería considerarlos como trasplantes de órganos, lo que implica la donación. Por último, el cuarto sería considerar al niño como equivalente a una prótesis, lo que obligaría una financiación por parte de los gobiernos y las compañías de seguros médicos. Estos cuatro modelos proponen regular un mercado que no puede agotarse en ninguno de estos dispositivos, porque la verdadera economía en cuestión es la del goce, que siempre se desbordará.
Para el psicoanálisis, el padre freudiano ha sido reducido por Lacan a un operador, un síntoma, un hecho de lenguaje que introduce una prohibición, una inter-dicción entre la madre y el niño. Hemos visto el carácter fantástico, incluso extravagante, que puede tener el deseo por un hijo, un deseo siempre ligado a una fantasía singular de la que el niño constituye un plus-de-gozar particular.
El fantasma queda esclarecido de una manera inédita con las PMA, pero se devela verdaderamente para los sujetos en la cura analítica. Como señala J.-A. Miller, «el Edipo no es la única solución del deseo, es sólo su forma normalizada; ésta es patógena; no agota el destino del deseo [33]«. Por eso, en el Seminario VI, Lacan hace un «elogio de la perversión […] y le da el valor de una rebelión contra las identificaciones que garantizan la conservación de la rutina social». La rebelión, que encuentra su expresión en el deseo por un hijo en nuevas configuraciones que ya no pertenecen al patriarcado tradicional, hace resonar de manera inédita el estatuto del niño como objeto de goce -lo que siempre ha sido, de manera velada.
Los economistas intentan absorber los circuitos paralelos de los acuerdos y contratos privados en la lógica del mercado. Los sociólogos intentan determinar las nuevas normas de comportamiento de los sujetos a partir de las masas sociales. Esto, al igual que la renovación de las ficciones legales, no agotará las consecuencias singulares del deseo por un hijo que ha devenido una exigencia legítima. Por ello, el psicoanálisis estará cada vez más convocado a tratar el malestar de la procreación caso por caso y a captar lo que, en estas determinaciones múltiples, deja abierta la elección forzada de la «locura» de cada uno.
Traducción: Francisco Gomez
Relectura: Norma Lafuente
Fotografía: ©Emmanuel Kervyn – http://emmanuelkervyn.canalblog.com/
[1] Texte publié dans Être mère. Des femmes psychanalystes parlent de la maternité, sous la direction de Christiane Alberti, Navarin/Le Champ freudien. Avec les contributions d’Agnès Aflalo, Francesca Biagi-Chai, Marie-Hélène Brousse, Carole Dewambrechies-La Sagna, Dominique Laurent, Anaëlle Lebovits-Quenehen, Esthela Solano-Suárez et Rose-Paule Vinciguerra. Disponible sur ecf-echoppe.com : ici.
[2] Lacan J., « Los complejos familiares en la formación del individuo » (1938), Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 95.
[3] Este informe del grupo de trabajo sobre Filiación, orígenes y Paternidad ha sido finalmente publicado en línea : Théry I. (s/dir.), Filiation, origines, parentalité. Le droit face aux nouvelles valeurs de responsabilité générationnelle, Paris, La Documentación francesa, abril 2014, disponible en internet.
[4] Ibid., p. 21
[5] Cf. Jouannet P., « Quelle procréation pour demain ? », Pour la science, n° 422, décembre 2012.
[6] Cf. Théry I. (s/dir.), op. cit., p. 17.
[7] Hervieu-Léger D., « Mariage pour tous : le combat perdu de l’Église », Le Monde, 12 de enero de 2013, disponible en internet.
[8] Pacto civil de solidaridad.
[9] Théry I. (s/dir.), op. cit., p. 17.
[10] Ibid., p. 16.
[11] Cf. Gros M.-J., « Les “non parents”, une minorité qui résiste », Libération, 12 de febrero de 2014, disponible en internet. Este artículo comenta la encuesta « Fécond ».del instituto nacional de estudios demográficos
[12] Los Centros de estudio y de conservación de óvulos y espermatozoides humanos regulan la gestión de las donaciones de gametos (donación de óvulos y donación de esperma).
[13] Chiland C. & al., « Pères d’un nouveau genre et leurs enfants », La Psychiatrie de l’enfant, vol. 56, 2013/1, p. 97-125.
[14] Miembro del CECOS del Hospital Cochin y profesor honorario de Paris V, C. Chiland era el jefe de un equipo del sector de psiquiatría infantil y adolescente de la Asociación de Salud Mental del distrito 13 de París.
[15] Chiland C. & al., « Pères d’un nouveau genre et leurs enfants », op. cit., p. 103.
[16] Ibid., p. 103 & 109.
[17] Cf. Lévy B.-H. & Miller J.-A., « Prefacio », El matrimonio y los psicoanalistas, La Règle du jeu / Navarin / Le Champ Freudien éd., Buenos Aires, grama ediciones, 2013, p. 9-10. Esta publicación presenta un conjunto de contribuciones sobre este tema.
[18] Se hace uso de la palabra “interdicción” para transmitir la resonancia semántica con “interdiction” y sus equívocos. “Interdiction” en francés es la palabra usada de manera común para hablar de “prohibición”.
[19] Lacan J., « El fenómeno lacaniano » (1974), texto establecido por J.-A. Miller, 1998, Uno por Uno nº 46,.
[20] Cf. Lacan J., « Nota sobre el niño » (1969), Otros escritos, op. cit., p. 393-394.
[21] Cf. Lacan J., « Alocución sobre la psicosis del niño » (1967), Otros escritos, op. cit., p. 384.
[22] Cf. Versieux N., « Le père accouche d’un enfant sans sexe », Libération, 15 de septiembre de 2013, disponible en internet.
[23] Cf. entre otros Kovacs S., « Bébé vendu aux Pays-Bas : le père biologique débouté », Le Figaro, 8 de mayo de 2008, disponible en internet ; cf. también Leherte O., « Vente d’un bébé au plus offrant : les six inculpés jugés coupables », publicado en el sitio RTBF.be el 12 de octubre de 2012.
[24] Cf. Freud S., « La feminidad », Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1932), volumen 22, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1996, p. 119.
[25] Cf. Spar D., The baby business. How money, science, and politics drive the commerce of conception, Boston, Harvard Business School Press, 2006.
[26] Mundy L., « Deaf like me », Washington Post Magazine, 1er avril 2002.
[27] Cf. Rambaud A., « Vers le donneur de sperme parfait ? », Le Figaro, 21 de abril de 2014, disponible en internet.
[28] Kovacs S., « Aux États-Unis, une mère porteuse a refusé d’avorter », Le Figaro, 18 de marzo de 2013, disponible en internet.
[29] Cf. Lacan J., El Seminario, libro 16, De un Otro al otro, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, , 2008, p. 18-19.
[30] Cf. Lacan J., « Nota sobre el niño », op. cit., p. 393-394.
[31] Ibid., p. 394.
[32] Cf. Spar D., The baby business…, op. cit.
[33] Miller J.-A., contraportada, en Lacan J., El Seminario, libro 6, El deseo y su interpretación, texto establecido por Jacques-Alain Miller, Buenos Aires, ed. Paidós, 2014.